jueves, 31 de mayo de 2012

TRISTE AMANECER.



Tu silueta, atrevida luna,

pasa sigilosa a través de mi ventana.

Espías curiosa todos los rincones,

descubriendo mis lujuriosos amoríos.

Mientras tú, amada mía gimes en mis brazos,

espero el desgraciado amanecer.



Todo lo luchado por juntarnos,

ansiado por tocarnos, hacer el amor,

está pronto a desaparecer. 

Los sueños, los estamos viviendo,

entrégate a ellos; palpita tu cuerpo,

mientras recibo tus últimas lágrimas

que corren tibias por mi piel.



¿Deseabas de mí más amor?,

toda mi pasión te la entrego.

Estos besos que te devoran ahora,

los que nacieron en la noche con furor,

ahora, tristemente morirán con la Aurora.



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domingo, 27 de mayo de 2012

AMOR TE ACOMPAÑARÉ.




¿Por dónde viajas, querida mía?
¿Quién te lleva por caminos benditos,
limpios y espirituales,
llenos de dicha y felicidad?
¡Qué daría yo por saber de ti!
¿Qué pensamientos cruzan por tu mente angelical,
ahora que estás tan sola,
tan lejos de todos,
los que te amamos y extrañamos tanto?

¿Será este viaje maravilloso, la dicha que esperabas?
¿ Llevas los recuerdos de tu mundo que dejaste aquí?
¿Tu alegría, será la misma que compartíamos,
rodeados de nuestros seres queridos?
¿Cómo se llama ese grandioso lugar,
para no perderme cuando vaya a encontrarme contigo?
¿ Me recordarás?
¿ Tendrás paciencia para esperarme?

Sueño.
Aunque no estés, vivo contigo,
mientras trato de quitarme las penas inmensas
y la nostalgia de los bellos momentos
que juntos pasamos.

Vivo esperando el momento cumbre,
el instante maravilloso
en que te volveré a abrazar.
Nos reuniremos y completaremos la dicha,
el amor que nos faltó gozar aquí en la tierra.

Espérame, amada mía
la dicha florecerá en nuestros corazones,
pensaremos que tú estás ahí,
feliz, en las manos de nuestro Creador
y que El nos reunirá para toda la Eternidad.

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sábado, 26 de mayo de 2012


      
          VIAJE AL PASADO.

            El bus se detuvo justo al lado del puente, como esperando a los viajeros, que comenzaron a descender calmadamente; el primero en bajar lo hizo mirando hacia ambos lado, con la frente fruncida, lleno de dudas. Levantó la vista y le lanzó la pregunta al chofer que lo observaba con mucha paciencia:

            -     ¿Está seguro que este es el lugar?

            -     Claro, abuelo, mire el letrero, dice  “Puente Peor es Na”. No hay ningún otro, este es el Cruce de Quinta. Mañana lo recojo sin problemas, no se olvide  y vaya a quedarse estancado por estos lados.

           -     Gracias, es muy amable. ¡Ya Juanito baja la maleta! Aquí no más llegamos.

           Juanito bajó rápidamente, mientras el bus emprendía la marcha. Estiraba las piernas mientras miraba a su abuelo que hacía gestos, como dando a  entender que algo andaba mal. Después de un rato de observación hizo un gesto con su mano a su compañero y comenzó a caminar hacia las casas que cerca se divisaban.

           -  El pobre viejo anda buscando el lugar donde vivió cerca de 30 años, pensaba Juanito, pero él sabía que todo había cambiado, el tiempo cruel había hecho su trabajo durante estos 40 años ausentes.

          Luego de almorzar y lavarse un poco en la residencial que encontraron, sin atreverse a preguntar, se levantaron para ir a caminar por el lugar.  La carretera 5 Sur lo dejó perplejo y no lo dejaba pasar de un lado al otro, así que caminaron hacia una gran pasarela y se quedaron arriba observando todo lo que abarcaba la vista.

          -  Esto Juanito, comenzó a decir, se debe al progreso, nada de esto existía en mis tiempos. Toda esa gente que circula en bicicleta, antes lo hacía a caballo o en coche. Mira más allá, todo está marcado y cercado por postes y alambres, no existen caminos, sólo ese que corre hacia el interior. Esto era un gran fundo, donde existía solo un dueño, un gran señor, que tenía estas inmensas tierras para venir de vez en cuando en plan de descanso con su familia; llegaba cuando el tiempo estaba bueno y dejaba que los peones trabajaran mandados por un capataz, yo era capataz en mi juventud, había estudiado un poco más que el resto y también era más despierto.

      - Mira ese camino, allá a lo lejos. Es infinito,  llega hasta casi la mismísima cordillera y para el sur el fundo se pierde de vista. Todos laboraban a pleno sol, pero sin  embargo la  gente vivía conforme, esa era su costumbre. La carreta que llevaba el almuerzo a los peones, casi siempre los ricos y sabrosos porotos, atravesaba todo el fundo, este largo trayecto demoraba como cuatro horas y los trabajadores la esperaban con su tarrito en ciertas partes, juntos con todos los chiquillos, que preferían la porotada a la comida de su casa, ¿qué tiempos aquellos Juanito?. Este fundo se llamaba “La Esmeralda”; esa que se ve en esa gran entrada, era la llavería, al lado la casa del Ministro, el mandamás que gobierna el fundo por su patrón. Mi casa estaba un poco más adentro, era hermosa, muy acogedora. Todo lo demolieron para poder darle cabida al cultivo, era lo mejor. La época feudal ya se fue, ahora queda la simiente para engrandecer al país con grandes trabajadores que recibieron tierras para así surgir por su cuenta. Parece que todo se cumple, ahora los campos florecen.

       - Ahí, a la orilla vivía Clarita, una hermosa niña que nosotros la íbamos a ver solamente cuando necesitábamos las provisiones que su madre vendía en su almacén; todos estábamos enamorados de ella, no podíamos hacer nada, éramos unos simples peones, ordinarios trabajadores en esos tiempos, ahora no queda nada. Mañana te ruego que tengas paciencia para que me sigas acompañando, porque tengo que hacer algunas preguntas a los amigos que seguramente me informarán de la historia de estas tierras. Me fui un día en busca de mejores oportunidades y ya ves, estoy viejo y lo único que me mantiene vivo son los recuerdos de mi juventud. Este tiempo pasó muy rápido y ahora lo tengo aquí, al frente mío, no lo dejaré partir tan fácilmente.

     - Vamos Juanito, mis ojos secos no sueltan el llanto por lo que veo, pero luego cuando me encuentre con algún amigo y converse, veré hasta donde aguanto.

viernes, 25 de mayo de 2012

COMENZO UNA NOCHE. ( Cuento policial,


Era tarde ya cuando decidí irme a casa, la conversación y el juego con mis amigos se había prolongado más de lo acostumbrado. Era una salida que hacíamos de vez en cuando para mantenernos en onda y comentar nuestras cosas en forma alegre. Claudia estaría inquieta por lo tarde en que llegaría esta noche, al pensarlo sonreí, imaginando la cara que pondría al abrir la puerta a medianoche. Me reprocharía, de eso estaba seguro, luego nos largaríamos a reír como si nada, ella ya conocía a mis amigos y sabía los lugares que frecuentaba algunas veces los fines de semana. Es una linda mujer y nos llevábamos muy bien en nuestro matrimonio.

Iba saliendo apresuradamente del Club de boliches, en busca de mi auto, cuando sentí a mi espalda una voz suave, acariciadora que creí reconocer.
-¡Jorge, espera! ¿Para dónde vas tan apurado?
Frené mis pasos y me volví justo cuando ella llegaba a mi lado. Era una rubia despampanante, que me miraba con aire divertido al ver que me esforzaba en recordarla. Logré después de unos instantes de vacilación, balbucear algunas palabras que me salieron entrecortadas:
-¿Eres por casualidad Gilda? Claro, la flaca Gilda- Santo cielo, tanto tiempo ha pasado. Que linda que estás.
-Hace bastante rato que te observaba en el juego con tus amigos y decidí ir a saludarte, no has cambiado para nada. Me he emocionado mucho recordando nuestros tiempos pasados, los bellos momentos juntos en la Universidad. Ando bastante apurada, no me alcanza el tiempo para seguir conversando, espero con ansiedad encontrarme nuevamente contigo. Aquí mismo, cualquier noche. Hasta pronto Jorge.
Fueron las últimas palabras de Gilda, como siempre, inquieta, no alcancé abrazarla ni darle un beso de despedida. Sólo vi su linda silueta perderse en la noche caminando apresuradamente.

Llegué a mi casa aún pensativo, por los momentos pasados con mis amigos y por la misteriosa aparición de una amiga de mi juventud. Conversé con Claudia, detallando lo bien que pasé en el Club y que mi tardanza se originó por lo acalorado que estaban los juegos, sin tratar de comentar, nada, sobre el encuentros con mi amiga; ella conocía a Gilda y el recordarla sería para mortificarla por mucho tiempo.
Los días pasaron normalmente, era feliz al lado de mis hijos, que me visitaban muy seguido. Jugando muy entusiasmado a la pelota con ellos un día en el parque próximo a mi casa, se acercó una persona caminando lentamente hacia mí. Me observó cautelosamente mirando todo el alrededor, después de un momento que me pareció una eternidad me dijo en muy baja voz:
-Una señora que lo conoce le envía esta nota, por favor no la lea ahora.
Traté de preguntarle algo, pero no me dio lugar. Se retiró a pasos agigantados tratando de perderse pronto de nuestra vista.
Mis hijos afortunadamente no le dieron importancia a esta entrevista con el desconocido, se estaban divirtiendo. El resto del día transcurrió lentamente, pensando sólo en llegar a casa y encerrarme a leer el mensaje.
En su nota Gilda me decía que necesitaba urgentemente conversar conmigo, me esperaría cerca del Club donde nos habíamos visto por última vez. Nada más, sin explicaciones.
Decidí aventurarme a conversar con mi amiga, la curiosidad de saber de ella me empujó a salir de mi casa a una hora no acostumbrada sin avisar a mi esposa, ella se encontraba por el momento de compras en algún lugar de Santiago.

Pensaba que no la encontraría a esa hora, pero no fue así, ella se paseaba nerviosamente por la vereda fumando apresuradamente. Cuando me vio, botó su cigarro y me señaló un lugar más oscuro para reunirnos.
-Hola Jorge- Me dio un tremendo beso, nunca la había tocado antes; era muy niña cuando dejé de verla y ahora el contraste era enorme, su hermosura atemorizante me dejó mudo al estar cerca de ella. Esperé nervioso que me dijera lo que deseaba.
-Quiero pedirte un favor, me encuentro en un gran problema. Soy mujer y no puedo mezclarme con todos esos hombres que frecuentan el Club. Don Luis el dueño tiene que darme un paquete con una ropa que se me quedó la otra vez. Es una persona muy seria y como parece que te conoce te lo entregará solamente a ti. Conversa  un rato con él o con algún amigo, luego te pasará el bolso, te esperaré aquí.

Que problemáticas son estas mujeres, pensaba yo, mientras atravesaba el enorme salón en busca de don Luis. Son capaces de hacer cualquier cosa para conseguir sus propósitos y ahora para venir a buscar su ropa Gilda recurre a mí. Por lo menos me sirve para conversar y saber más de ella.
Empecé por pedir una cerveza en la barra y conversar con el encargado, saludando al mismo tiempo a conocidos que se distraían en el juego de los bolos. Llegó don Luis, que parece que me estaba esperando. Me entregó una bolsa, en forma muy cautelosa, esperando que no hubiera nadie para escucharlo.
-Dígale a Gilda que le entrego todo, no quiero tener problemas con nadie, ella ya sabe a lo que se expone. Ud. aléjese de ella, se podría quemar.
Salí presuroso, se me hacía tarde y Claudia ya debía haber llegado a casa. Las palabras de don Luis me confundieron. ¿Por qué Gilda podía dar problemas? Bueno que me importa, le entrego su paquete y me largo; ya se me fueron las ganas de conversar con ella.

Ella estaba clavada en el mismo lugar, esperando. Le entregué su bolso y me despedí rápidamente tratando de escapar de alguna conversación posterior. No sirvió de nada, me tomó de un brazo y me llevó presurosa hacia un auto que la esperaba con el motor en marcha. No atiné a nada, me dejé llevar movido por la ansiedad que de ella emanaba. Me abrazaba fogosamente indicándome que tenía que conversar con ella, que era mucho el tiempo que había pasado desde que no nos veíamos.
Me tenía acorralado, sería una estupidez dejarla sola, además era muy hermosa y lo pasaría bien. Llegamos a un lugar desconocido para mí, grandes edificios se lograban ver a través de las sombras y nos dirigimos a uno, el más apartado. Buena vida parece que se daba Gilda, vivía en un barrio muy elegante, sola seguramente. Lo creía así por la forma tan amorosa que me llevaba, tomados de la mano.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos al llegar a un departamento en los altos, que ella alegremente me invitó entrar. Se sacó los zapatos y parte de su ropa, mirándome fijamente, obsequiosamente, brindándome una vista fenomenal a su espigada figura. Sonriendo y con pasos de gacela, abrió un pequeño bar, ofreciéndome un Chivas Regal, escocés legítimo.

Me entusiasmé, sabía de gustos, de gran vida. Cuando se sentó al lado mío con su cuerpo pegado al mío, me olvidé de todo. Me serví el contenido de mi vaso de un golpe y esperé la acometida que se veía llegar. Gilda es una hembra fenomenal, cada movimiento de ella es un espectáculo, su ropa parece explotar. Me acercó su boca y le aplasté el tremendo beso, que añoraba por pegarme a esa boca hambrienta. Mientras lo hacía, mis manos no estaban quietas, se movían a través de su falda, avanzando por entre sus muslos, llegando a palpar su voluminosa flor.
Sus jadeos se hicieron notar más cuando atrapé su minúsculo calzón, que ella sin titubeo rápidamente se los sacó. Me abrió el pantalón ansiosamente, mientras la esperaba tratando de atrapar sus hermosas nalgas. Ella me lo impidió, porqué de un salto montó sobre mí; la penetración fue brutal y la dejé hacer hasta que sus gritos de satisfacción me indicaron que debía dar el golpe final.
La poseí como nunca en mi vida lo había hecho, me sentí otro. Había florecido en mí la parte bestial, escondida durante mucho tiempo y la consumación del coito me llenó de una paz, un descanso como nunca lo había tenido. La satisfacción de haber cumplido a cabalidad con el goce de esta hembra me hicieron saber que la vida corría por mis venas y me despertaron bruscamente de lo viejos sueños.

Me quedé esa noche al lado de esta inquieta mujer, esperando a cada momento su pasión desenfrenada, hasta que el sueño y el cansancio me venció. El amanecer no existió, dormí hasta que el hambre me despertó. Me levanté sin sentir la presencia de Gilda, me había dejado una nota explicando su ausencia. Tenía todo preparado para que comiera, llegaría al anochecer; busqué el teléfono para comunicarme con mi casa, tenía ya una explicación preparada para darle a Claudia, para luego irme a seguir mi tranquila vida.

Estaba marcando el número telefónico cuando empezaron a aporrear la puerta. Me extrañé, me preparé para recibir a tales visitas. Estaba abriendo la puerta cuando ésta me golpeó salvajemente, la habían pateado. Se echaron encima de mí  sin darme posibilidad de defenderme, cuando vieron que ya estaba casi inconsciente, me levantaron tirándome a un sillón.
-¿Dónde está? Bramó el que parecía el jefe.
-¿Quién? Me atreví a decir. Desgraciadamente no le gustó mi respuesta, me llegó la bofetada.
-Gilda, la puta de mierda. Larga lo que sepas, porqué de aquí no saldremos, hasta que nos digas donde está lo que buscamos o te saquemos el pellejo a patadas. ¿Dónde escondió el bolso? El viejo Lucho alcanzó a decir que te lo entregó a ti crestón. Es mercadería de la buena y la estábamos esperando hace bastante tiempo. Si nos dice algo para tratar de recuperarla, te dejamos ir.
-Jefe aquí hay una nota. Le dice a este imbécil que salió y quizás llegue esta noche.
-Creo saber donde fue, vámonos, pero antes para que no te mezcles con nuestras cosas, amiguito, aguántate este regalito.
Me partieron la boca a puñetazos, además de varias patadas en las costillas. Cuando se cansaron de darme golpes y groserías, abandonaron el lugar. Quedé tendido durante bastante tiempo, luego me levanté como pude, buscando ansiosamente la botella, la despaché de un solo trago y salí de ahí como pude.

Durante el camino, durmiendo a ratos en un rincón del taxi, pude tratar de imaginarme la vida de Gilda. Estaba ambientada en el tráfico de drogas y se aprovechaba de personas como yo para cumplir sus encargos. Quizás sentía algo de cariño por mí, por la forma en que se entregó. A lo mejor me estaba pagando el trabajo cumplido. No me importa, me llevo un lindo recuerdo de ella, me entregó algo que había olvidado hacerlo, gocé y conocí que mi hombría estaba latente. Lo siento por ella, presentía que estos rufianes la encontrarían al fin, de lo demás no quiero pensarlo.

Llegué a mi casa, era ya media tarde y Claudia casi se desmaya del susto al verme en tan triste estado. Mi traje completamente destrozado, la cara hinchada, la camisa completamente manchada de sangre, era un fantasma. Las explicaciones estaban demás por ahora, trataría de darlas en un momento oportuno, ahora sólo quería tirarme a descansar.
Pasaron algunos días, me restablecía poco a poco. Ya había dicho que me habían asaltado y me habían dejado tirado bastante lejos. No querían molestarme con preguntas hasta mi recuperación. Leía el diario todos los días, algo presentía; hasta que todo  reventó, las lágrimas brotaron y mis sollozos llamaron la atención de mi mujer y mis hijos.
Cuando me calmé les expliqué que la mujer asesinada era una amiga de la Universidad, que hace mucho tiempo no sabía de ella. Que conocía a su linda familia y no sabía donde vivían para poder visitarlos y darle algo de conformidad.

Lo lamenté mucho, porque ella me entregó parte de su vida en un momento muy corto, en circunstancias de vida muy agitada para ella. Ahora creo que está descansando, viviendo la vida soñada y no el calvario del temor que vivió en la tierra.
En los momentos de quietud aprendí muchas cosas que tenía olvidadas que son en tener más cuidado al tratar con gente que nos rodea, querer con mucho más amor a los que tenemos presente, la familia.
Desde entonces mi vida es más tranquila en mi hogar, pero en las noches todo cambiaba, mi mujer era otra, aprendía rápidamente cosas que también había olvidado y que yo gentilmente, con más técnica que amor le enseñaba.

VIEJO REFUGIO.


Dichoso amanecer, ha salido el sol.
Aprovecha la mañana
fresquita y asoleada el ruiseñor,
aleteando majestuoso en tu ventana.

Vagaba, buscando los lindos senderos
que la naturaleza por momentos ocultó;
encontrar tu casa, mi próximo paradero,
último refugio que la ventisca dejó.

Mientras brota el agua del risco nevado,
abriéndose camino entre ramas perdidas,
observo los nubarrones ya alejados,
que dejaron los campos pobres,  sin vidas.

Era el más hermoso paraje conocido.
Tierra virgen, poderosa,
que los dioses sacaron del olvido
para entregarnos su savia generosa.

Dejó en ruina las mieses cultivadas
de los ricos valles del pastoreo,
no respetó ruegos en su pasada,
sólo calamidad en el campo veo.

Fue tu casa una luz en la pradera.
El nido obligado de nuestro arrullo.
Si, era la imagen fiel, duradera,
que el viento lo grita en un murmullo.

Al vaivén de la enmohecida puerta,
diviso quebrado el viejo jarrón,
abrazado por la enredadera muerta
en la entrada del frondoso parrón.

Sólo ruinas, junto al hermoso  jardín,
el amado lugar, que era toda tu vida;
todo arrasado, sin piedad en el confín,
dejando en el lugar sombras perdidas.

Y de estas sombras, algo bello me llevo,
una visión fugaz del pasado
y una vieja foto donde feliz sonríes,
recordando un tiempo muy amado.

MI GRAN AMIGO, EL COMPUTADOR.




 E l estruendo que produjo el portazo, hizo estremecer la casa hasta los cimientos; había sucedido lo que muchas veces Juan se había imaginado, la posible ruptura matrimonial. Se sentó para poder pensar calmadamente lo que le estaba sucediendo, casi en un susurro,  algo alarmado se preguntó : ¿ Qué podía hacer él para hacer entrar en razón a su esposa, que ya muchas veces lo había amenazado con abandonar el hogar? Era inaudito, su trabajo no le permitía tener tiempo para estar en casa en forma normal; un día aquí, otro día allá, donde menos se lo imaginaba. Ella lo sabía, lo conoció viviendo de esa manera, pero él ingenuamente para conquistarla, le había prometido cambiar de empleo o su forma de vida. Ahora estaba en el lío de no saber qué hacer.
                      Oscurecía ya. Juan seguía en la misma postura, con su mirada en el vacío, como tratando de ver lo imposible, buscando el mejor camino que le llevara a remediar toda la desgracia que se le venía encima. Quería mucho a su esposa, engañarla nuevamente con otra falsa promesa era imposible, tenía que buscar otro medio. Su trabajo no lo podía abandonar, era su pasión y ……..¡vaya! ¿Qué pasó ahora? Juraría que había visto encenderse el computador. Se levantó y lo apagó. Seguramente estaba programado para encenderse a esa hora, su esposa raramente lo ocupaba a esa hora y él algunas veces, nada más para ayudarse en su trabajo, bueno, ya está apagado.
                        Se levantó y se dirigió a su dormitorio, estaba muy cansado. Se detuvo,  contempló como el computador nuevamente se encendía, ¡Otra vez, que mierda!  ¿Qué pasa con este aparato? Se aprontó a apagarlo violentamente, pero se detuvo instantáneamente al escuchar una voz:  ¡No me apagues, por favor!  No lo podía creer, la voz había salido del computador. Se dio la vuelta para salir de ahí y no hacer caso de lo que había escuchado, estaba soñando y sus piernas se negaban a obedecerle porque nuevamente le hablaba el computador, ahora en forma perentoria: ¡Siéntate,  que quiero solucionar tu problema!
                        Juan era un hombre inteligente, con un buen carácter y  una gran firmeza en sus decisiones, pero ahora estaba pasmado, absorto, contemplando como un aparato le estaba hablando, metiéndose en sus problemas. Había tenido una discusión con su mujer, una de las tantas, ella siempre le armaba escándalos por cualquier motivo y todo esto lo tenía bastante alterado  Ahora inconscientemente se sentó ante la mesa y esperó, no sabía que esperaba; algo le decía interiormente que debía quedarse ahí y tratar de serenarse  lo mejor posible.
                        -  ¡Te estás portando mal me parece!  Tu esposa te trata de esta manera porque eres un inepto. ¿Qué pasa contigo? ¿Crees que no tengo ojos ni escucho tus bobadas de excusas que das. ¡No soy tan estúpido!
                        - ¿Dime amigo mío?   ¿En el dormitorio, cumples tus obligaciones?  ¿Le das todo lo que pide?  ¿ Por qué crees que chilla tanto? Si no es así, trata de ponerte al día y ser más cariñoso con ella.
                        - Bueno, balbuceó Juan. Trato de hacer lo mejor, pero tú sabes, el trabajo me exige mucho, a veces no llego a casa y cuando lo hago me encuentro muy cansado. Trato por todos los medios de darle los gustos pero a la primera me quedo dormido.
                        - Escucha Juan, eres una persona educada, sabes muy bien lo que las mujeres quieren y le piden a los hombres, más aún estando casados. Tu mujer te va a dejar por gil, pero todavía tienes tiempo de corregirte. Vas a hacer lo que te diga, tengo más experiencia y soy testigo de todas tus discusiones que tienes acá en tu casa.
                        -Haré lo que tú digas, decía Juan ya más calmado. Te creo y pienso que eres un gran computador, seguramente de última generación, ahora dime que tengo que hacer. Haré lo que tú digas, pero por ningún motivo me cambiaré de trabajo.
                        - Lo primero es que tu esposa estará afuera todos estos días hasta el fin semana. Tienes todo este tiempo para trabajar arreglando tu casa.
                        - ¡Queee! ¿Trabajar en la casa? ¿Qué pretendes?  Explícame todo esto. Es lo último que haría, máquina endemoniada.
                        - No me insultes, te estoy dando una mano cabrón inútil, y me sales con esa. Lo primero es pintar toda tu casa, cambiar los artefactos del baño que ya están pasados de moda, eso es por la casa, que tiene que estar presentable. Luego viene lo caro, que es atender a tu mujer; cómprales algunos collares, anillos, reloj, también algo de ropa, toda de buena marca para que te lo aprecie. Cuando llegue se llevará la sorpresa y verás cómo cambia, te lo aseguro plenamente.
                        -Eso es un gasto inútil de plata, no me fastidies, ella no se lo merece. No sé porque te hago caso, lo pensaré un poco más, pedazo de chatarra.
                        - Quieres que todo te salga bien sin gastar ni un peso, imbécil. Hasta aquí llego yo, arréglatelas como puedas. Ahora desconéctame no pienso perder el tiempo contigo. Prepara tus maletas que la vieja te echará de la casa, te lo aseguro.
                       Juan trabajó y compró todo lo que estaba acordado y pagó las cuentas atrasadas. Estaba entre la espada y la pared, sabía que era su último recursos y gastó hasta su alma para que saliera todo bien. Esperó de buenas ganas a su esposa que llegara y recibirla cariñosamente, se felicitó por tener un buen computador, su fiel amigo. Ella llegó, feliz por encontrar su casa tan hermosamente arreglada,  gritando jubilosamente por los regalos que su esposo le ofrecía. Le regaló la mejor noche a Juan y éste satisfecho por el deber conyugal cumplido, radiante, optimista por la sumisión mostrada por ella, se aprontó a cambiar de vida.
                        Estaba en el cielo, su querida esposa le sirvió el desayuno en la cama antes de irse de compras y rogarle que no se levantara de la cama, porque ella también quería darle una tremenda sorpresa. Al salir cargó ella sus regalos en el auto, sin olvidarse de su amigo querido, su fiel computador, que iba lamentándose por el camino gritándole: 
                     - Nunca más me pidas que te ayude a engañar a Juan, me siento muy mal, él se encontrará sin su mujercita, sin su auto, sin su computador, sin su….                                                                                                                .                        
                    - Casa, jajajaja. Vámonos rápido, acabo de venderla, querido amigo.

POR QUÉ, MADRE.



¡Qué hermoso día!
¡Qué hermoso despertar!
Siento al mundo cantar
y muchas palabras de amor
dedicadas a la mujer que nos dio la vida.

Hermosas flores cantan sus nombres
y besos cariñosos dan a las madres.
Lágrimas queman mis mejillas,
la envidia me hiere, me reclama…
¿Por qué no puedo entregarte mi amor?

¿Dónde dejo mis eternas flores?
¿Cuándo mis dulces besos te llegarán?
Y mis brazos ¿Algún día te abrazarán?
¿Por qué los sueños no existen para mí?
Te busco en mis noches, pero son muy oscuras.

Hoy y siempre, sin pensarlo, te perdono.
Me abandonaste un día cualquiera 
en un rincón frío y oscuro;
te alejaste sin querer mirarme,
escondiéndote tras los muros.

Es el Día de la Madre, tu día también;
todos dan amor, honran a su madre.
Te mando lágrimas y mis suspiros
envueltos en mis eternos ruegos.
Díme: ¿Me buscarás ahora?

IMAGINACIÓN.



Acércate, amado mío, siente mi mano.
Despierta mi dormido cuerpo,
que inquieto te busca en mis sueños.
Anda, camina junto a mi lado,
te llevaré por caminos del norte,
para revivir momentos pasados.

Mira la luz diáfana del amanecer,
que te muestra el camino, la verdad
de ese hogar perdido, tan postrero,
que tus ojos no lo pueden comprender.
Mas, sigo siendo parte de tu vida,
a cada instante, lo debes tú saber.

Soy la lumbre que enciende las tinieblas,
el ocaso mismo de tus tristezas,
la verdad infinita de tus ruegos.
¿Acaso tu sonrisa no aflora cuando me sientes?
Y al tratar de abrazarme en tus juegos
cuando crees que a tu lado estoy pendiente.

Existo, y en tu imaginación me atrapas.
Vivo en tus sueños para que me veas pasar.
Soy un alma que te sigue, que te ama;
que pacientemente con amor te espera.
 La dicha en tu hogar encenderá la llama
que alumbrará mi aura y tu vida entera.

BARRIO AMADO.




Pasos lentos, arrastrados por el camino.
Suspiros de alivio prolongados,
escaparon  cansados del alma solitaria,
que buscaba con sus ojos nublados
la imagen fiel de su barrio amado.

Rayos suaves del sol de la mañana,
entibiaban su piel manchada, arrugada,
dándole bríos a su cuerpo cansado,
mancillado por pecados de vida pasada,
en este mismo lugar, su barrio amado.

Aborrecido, odiado por sus amigos,
por creer que la envidia no existía.
Se colocó la aureola divina por si mismo;
su jactancia la paseaba todo el día,
dejando de lado todo, menos el egoísmo

Su amor platónico, que un día existió,
lo aplastó su orgulloso proceder;
nunca se rebajó a su diosa amada,
al sentir que la humildad en el querer
era antigua… él nunca se humillaba.

Ahora ya viejo, abandonado,
sentado en un rincón de la vieja plaza,
esperaba ansioso ver el rostro amado,
de aquella que un día fue su amiga,
observarla silencioso, hasta que se haya alejado.


SIN REMORDIMIENTOS.



Mi vista abarcaba casi todo el ancho del bosque. Agotados mis ojos y sentidos de estar tanto tiempo en esa posición para avistar la presa, trataba por todos los medios de calmar el miedo y el temor; todo estaba por llegar a su fin, no había forma de volver atrás. 
              Camuflado, escondido como un cobarde, esperaba el momento para abalanzarme  y terminar de una vez con este asesinato tan vilmente planeado y tan angustiosamente esperado. En la larga noche transcurrida, todo lo había preparado minuciosamente para no olvidar ningún detalle; mi esposa y mis hijos me observaban espantados, adivinando  los acontecimientos por venir. Habían suplicado, rogado para que me calmara y pensara más detenidamente como solucionar  este problemático momento que estábamos pasando, pero el destino seguía su curso y ya todo lo había planeado.
              Había tenido una larga discusión con el patrón, me había negado todo, necesitaba urgentemente dinero  para  pagar deudas que habíamos contraído. Los pocos ahorros que teníamos fueron ocupados en pagar una parte de ella, nos encontramos en la miseria; desesperados por no tener lo necesario para alimentar en buena forma a nuestros hijos.
               Mi mente estaba nublada y mis pensamientos me llevaban por malos caminos. No había otra forma, me preparé a dar el golpe para vengar la afrenta hecha a mi persona y  familia.
               El amanecer llegó rápidamente, sin aviso, pero yo estaba listo; había salido de mi casa furtivamente, sin mirar atrás, presintiendo unos ojos llorosos atisbando detrás de las cortinas. Apuré el tranco, era la hora precisa y no podía atrasarme si quería hacerlo rápidamente. Todo estaba a mi favor, conocía el terreno y los perros no me molestaron. Llegué al lugar preciso, me ubiqué y esperé, preparé las armas:  un rifle flamante de repetición  y un gran cuchillo de caza….¡ Me las pagará! – Lo dije casi gritando. La villanía se paga con otra más grande,  lo siento  por sus hijos,  ellos no tiene culpa de lo que estaba pasando, pero él y su mujer no atendieron de buenas maneras nuestros graves problemas.
               Pasaban lentamente los minutos. Esperaba sabiamente el momento preciso, este llegaría muy pronto. Mataría fríamente, sin misericordia.  Sentí su llegada…. lo vi, su clara silueta se vislumbraba a la luz de la luna. Algo presentía, … parece que se daba cuenta que su fin se avecinaba y miraba hacia todos lados para ver por donde escapar, todo lo pensó rápidamente pero, ya el estampido de mi rifle lo paró en seco. Su frente fue atravesada por un certero disparo y cayó pesadamente a lo largo del camino.
                Ya estaba todo hecho, había calculado muy bien el día. El patrón se había ausentado  y yo no iba a ser visto por nadie. ¡¡ Maté a su ciervo favorito!! Su querido animal, la mascota de sus hijos, ese sería el alimento para varios días de mi familia. Cargué el animal y regresé a  casa, cabizbajo, pero sin remordimientos.

UN HORIZONTE SOÑADO.



Los que me han oído hablar, murmurar
en el silencio absoluto de mis noches.
Los que susurran y comentan mis desvaríos
en los momentos profundos de mis sueños,
no los atormenten mis inquietudes caprichosas;
mis sueños son hermosos y muy lejanos,
llenos de fantasías e inquietudes amorosas.

Viajo por caminos conocidos, fragantes, eternos;
sembrados  con dulces mensajes espirituales
que me indican el pronto fin de mis penurias.
No miro hacia atrás en ningún momento;
libre, pleno de amor y entusiasmo avanzo
para que el dichoso horizonte se presente,
extendiéndome su diáfana luz en mi descanso.

Los que me observan y se inquietan por mi proceder.
Los que dudan de mi real descanso nocturno,
puedo señalarles que la felicidad me espera;
la dicha está presente ahí, cerquita mío.
Que los sueños inquietos, balbuceos profundos,
suspiros prolongados en eternas noches
me abrazan para llevarme al dichoso camino.

Las mañanas me acogen preguntándome:
¿Cómo será mi partida de este lugar familiar?
Tranquila, la paz deseada me envolverá
porque todos comprenderán mi lejanía,
todos vamos al mismo lugar; alguien nos espera.
Ese alguien mío está donde siempre lo he pensado,
lejos, también cerca, detrás del horizonte soñado.