sábado, 26 de mayo de 2012


      
          VIAJE AL PASADO.

            El bus se detuvo justo al lado del puente, como esperando a los viajeros, que comenzaron a descender calmadamente; el primero en bajar lo hizo mirando hacia ambos lado, con la frente fruncida, lleno de dudas. Levantó la vista y le lanzó la pregunta al chofer que lo observaba con mucha paciencia:

            -     ¿Está seguro que este es el lugar?

            -     Claro, abuelo, mire el letrero, dice  “Puente Peor es Na”. No hay ningún otro, este es el Cruce de Quinta. Mañana lo recojo sin problemas, no se olvide  y vaya a quedarse estancado por estos lados.

           -     Gracias, es muy amable. ¡Ya Juanito baja la maleta! Aquí no más llegamos.

           Juanito bajó rápidamente, mientras el bus emprendía la marcha. Estiraba las piernas mientras miraba a su abuelo que hacía gestos, como dando a  entender que algo andaba mal. Después de un rato de observación hizo un gesto con su mano a su compañero y comenzó a caminar hacia las casas que cerca se divisaban.

           -  El pobre viejo anda buscando el lugar donde vivió cerca de 30 años, pensaba Juanito, pero él sabía que todo había cambiado, el tiempo cruel había hecho su trabajo durante estos 40 años ausentes.

          Luego de almorzar y lavarse un poco en la residencial que encontraron, sin atreverse a preguntar, se levantaron para ir a caminar por el lugar.  La carretera 5 Sur lo dejó perplejo y no lo dejaba pasar de un lado al otro, así que caminaron hacia una gran pasarela y se quedaron arriba observando todo lo que abarcaba la vista.

          -  Esto Juanito, comenzó a decir, se debe al progreso, nada de esto existía en mis tiempos. Toda esa gente que circula en bicicleta, antes lo hacía a caballo o en coche. Mira más allá, todo está marcado y cercado por postes y alambres, no existen caminos, sólo ese que corre hacia el interior. Esto era un gran fundo, donde existía solo un dueño, un gran señor, que tenía estas inmensas tierras para venir de vez en cuando en plan de descanso con su familia; llegaba cuando el tiempo estaba bueno y dejaba que los peones trabajaran mandados por un capataz, yo era capataz en mi juventud, había estudiado un poco más que el resto y también era más despierto.

      - Mira ese camino, allá a lo lejos. Es infinito,  llega hasta casi la mismísima cordillera y para el sur el fundo se pierde de vista. Todos laboraban a pleno sol, pero sin  embargo la  gente vivía conforme, esa era su costumbre. La carreta que llevaba el almuerzo a los peones, casi siempre los ricos y sabrosos porotos, atravesaba todo el fundo, este largo trayecto demoraba como cuatro horas y los trabajadores la esperaban con su tarrito en ciertas partes, juntos con todos los chiquillos, que preferían la porotada a la comida de su casa, ¿qué tiempos aquellos Juanito?. Este fundo se llamaba “La Esmeralda”; esa que se ve en esa gran entrada, era la llavería, al lado la casa del Ministro, el mandamás que gobierna el fundo por su patrón. Mi casa estaba un poco más adentro, era hermosa, muy acogedora. Todo lo demolieron para poder darle cabida al cultivo, era lo mejor. La época feudal ya se fue, ahora queda la simiente para engrandecer al país con grandes trabajadores que recibieron tierras para así surgir por su cuenta. Parece que todo se cumple, ahora los campos florecen.

       - Ahí, a la orilla vivía Clarita, una hermosa niña que nosotros la íbamos a ver solamente cuando necesitábamos las provisiones que su madre vendía en su almacén; todos estábamos enamorados de ella, no podíamos hacer nada, éramos unos simples peones, ordinarios trabajadores en esos tiempos, ahora no queda nada. Mañana te ruego que tengas paciencia para que me sigas acompañando, porque tengo que hacer algunas preguntas a los amigos que seguramente me informarán de la historia de estas tierras. Me fui un día en busca de mejores oportunidades y ya ves, estoy viejo y lo único que me mantiene vivo son los recuerdos de mi juventud. Este tiempo pasó muy rápido y ahora lo tengo aquí, al frente mío, no lo dejaré partir tan fácilmente.

     - Vamos Juanito, mis ojos secos no sueltan el llanto por lo que veo, pero luego cuando me encuentre con algún amigo y converse, veré hasta donde aguanto.

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