Creías con temor que tu venerada imagen,
ésa, que con tanto cariño marcada llevo,
la dejaría perderse en el infame olvido,
dejando de recordar lo que te debo.
.
Llegas casi siempre al amanecer,
cuando el alba fresca me despierta,
para llenarme con tu presencia
al encontrar mi puerta abierta.
.
Te dejas ver cuando menos lo pienso.
A veces en un agotador camino,
cuando mis penurias se estrellan,
maldiciendo mi cruel destino.
.
Pero durante el grandioso sueño,
que la diosa benigna me ha acicalado,
te siento sonreír, respirar cerca de mí,
pensando que nunca me has dejado.
.
Luego, a pesar de mis ruegos, me abandonas,
dejando en tu estela una promesa futura,
que nuevamente con el tiempo vendrás,
a quitarme esta terrible amargura.